Alcaldías,
municipios, comunas, o gobiernos locales, dependiendo de nuestra organización política
han demostrado en las últimas administraciones ser la base del éxito para
resarcir el crecimiento amorfo y forzado de nuestra región metropolitana, con
particularidades tan únicas por nuestras dimensiones, geomorfología y políticas
cortoplacistas que mutilan la planificación urbana; habiendo tenido influencias
históricas tan cercanas durante el Período de Ocupación Canalera, tal y como
descubrí en reciente visita a la Ciudad de Nueva York, cuyo modelo de finales
del siglo XIX fue respetado en su trazado urbano creando una ciudad de orden, ganándose
el derecho de ser la capital financiera mundial.
Nuestra
región metropolitana también tiene una historia flanqueada por masas de agua e
impactada por una historia política que nos hace únicos: una división
territorial interna a ambos lados del canal interoceánico, lo que generó desde
inicio del siglo pasado una “ciudad de embudos” de calles y avenidas. Con dos
entradas formales a la ciudad que funcionan con mediana eficacia: por un lado,
un Puente de las Américas que ya no soporta más manteamientos y unos accesos al
Puente Centenario con tramos que dificulta la visión, curvas, resaltos y otros
temas que los usuarios pueden dar fe de su día a día viviendo en una ciudad
cada vez más polarizada. Por más que idealicemos más vías internas, ensanches y
calles dentro del centro de la ciudad, sino actuamos con aquel radical principio
de líderes de antaño que por el bien común logre destrancar una ciudad
comparativamente tan pequeña que maneja poco más de un millón de personas en
movimiento relativamente constante sólo en el centro de esta ciudad.
Desarrollar
nuestros accesos y vías de comunicación de acuerdo a nuestra vocación como
ciudad: somos una región que genera toda clase de servicios, con puertos y un
canal interoceánico con conexiones que nos hace ser un lugar de paso que
igualmente no escapa a los retos mundiales sobre nuestros ecosistemas, donde cuidar
y promover el uso eficiente del agua para el Canal de Panamá con una política
de protección de alta prioridad sobre nuestros humedales y manglares para
prevención de inundaciones, junto a las soluciones mecánicas para las áreas
existentes que no se pueden corregir de otra forma.
Orden:
es una palabra que debe ser nuestra contraseña para que nuestros Planes de
Desarrollo de Políticas de Vivienda sean cónsonas con el Plan de Ordenamiento
territorial como guía para hacer de nuestra ciudad un polo de desarrollo donde
fluya el progreso nacional a todos los niveles y en todas las vías. Será nuestro deber que nuestras propuestas de
desarrollo de viviendas estén acordes con el plan de ordenamiento territorial y
mantenernos firmes ante los embates comerciales y políticos-partidistas.
El
autor es Arquitecto con una ejecutoria en
administración
de vivienda social a nivel nacional.
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